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Quién me mandó venir aquí

Del solar hispánico II

Excedí en 1'4 kg el peso permitido para el equipaje. Por un momento me volví a acordar de lo poco que me iban a agradecer todos los regalitos que traía. La República Francesa, en un nuevo acto de negligencia, obvió mi sobrecarga. Había atravesado París con la dichosa maleta, por tierra, mar y aire los dichosos 21'4 kg habían venido detrás mío, como en un via crucis. Así no se puede ver París. Me acordé de lo poco que me iban a agradecer los todos los regalitos que traía. En el avión, casulaidades de la vida, me dieron galletas normandas. Me las comía cuando se cumplían 31 horas sin dormir (si exceptuamos los 10 minutos de siesta en el metro mientras una turca cantaba a voces). Mi primer viaje en avión fue bastante tranquilo, salvo el momento del despegue en el que casi hecho hasta el primer camembert. En fin que llegué a españa y hacía demasiado calor (empiezo a creerme los tópicos que me cuentan los guiris), el cielo tenía un extraño tono marrón-mierda y los árboles se contaban con los dedos de las manos. En fin, me agobio. Sorprendentemente tengo gans de vovler a ese sitio donde habito en 10 metros cuadrados, carezco de las más minimas condiciones de vida consideradas dignas por la ONU, las lluvias permanentes, y la gente esa tan rara...si es que la frase de baudelaire de arriba lo dice todo.

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